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martes, 9 de agosto de 2011

Desborde y desacato en el nuevo Chile

El desacato comenzó, y lo más seguro es que no dé pie atrás. El desborde de lo social sobre la política institucional y los canales formales de participación y demanda, se viene visibilizando hace ya buenos años, y los sucesos de los últimos meses inauguraron el nuevo ciclo de rebeldía.  El Estado y el Mercado están cosechando lo que sembraron, la ira y el cólera de un pueblo que se levanta en lucha contra las estructuras y desigualdades que producen  dominación y que sueña con la construcción de una sociedad de la igualdad que permita la autorrealización y la emancipación colectiva.

Lo que comenzó como otro peak de rabia del movimiento estudiantil, similar al de 2006 y 2008,  se transformó en el punta pie inicial del partido por el nuevo Chile. Pero exactamente ¿qué novedad estamos (vi)viendo que nos invita a pensar en la apertura de un nuevo ciclo de participación?

En una de las marchas de junio tras el acto de los convocantes, miles de jóvenes se quedaron en la calle para no irse. En uno de los puntos de conflicto contra la represión cercano a paseo ahumada me encuentro con un compañero que me pregunta… ¿Dónde están los que convocaron? Ni sabía, ni me importaba, era la calle la que nos llamaba. Esta gran movilización fue expresión masiva de una rebelión juvenil y popular incluso, contra las estructuras que lo organizan. Es la muestra de una politización de lo social, pero a su vez, de la socialización de la política; esta volvía a estar en manos de sus originadores, los pueblos, y se situaba nuevamente desde donde fue expropiada, en el espacio público.

En una de las de julio, un lienzo blanco con letras rojas hacia ruido entre los manifestantes. Exponía: pobladores y estudiantes, un solo pueblo, una sola lucha. Una asistente me comenta…oye pero, ¿ustedes no luchan por las casas?  La unidad de los de abajo superó cualquier tipo de sectarismo y el sistema –reproductor de ese individualismo social- es incapaz de comprender. La absurda desigualdad, la brutal injusticia, la evidente violencia, nos llevó y enseñó a ir botando las barreras que nos dividen, e ir viendo los puntos de convergencia.  Es decir preocuparnos más de las desigualdades que nos unen que de las diferencias que nos separan. Estamos distantes, pero no por ser distintos, y esa comprensión hoy está forjando la unidad.

En las de agosto, la tónica fue que llegada la noche los distintos grupos que salieron a la calle se fragmentaron por cada esquina, y cada una con su respectiva barricada. En un momento tras ser perseguidos por la fuerza pública llegamos a San Diego donde se veía algo que todos deseaban pero nadie fue capaz de hacer: quemar una tienda de La Polar. Acto seguido en Santa Isabel con San Francisco otro grupo quemaba una bandera chilena dentro de la iglesia, y en 10 de Julio con San Diego otro grupo apedreaba un banco. En ese momento una compañera me dice…y ¿esto no era por la educación? Ya no, era por todo lo que nos han reprimido y negado por quinientos años, es por la educación, trabajo, salud, vivienda, etc. Es la demanda por soberanía, vale decir por el control del excedente productivo y la posibilidad de definir quien lo gasta y como lo hace.

Muchos hoy, frente a este desborde, están planteando el riesgo de la democracia. Más lo que sucede es el temor de  los poderosos ante un avance democratizador desde abajo. En este nuevo ciclo se (vi)ve una oleada de poder que se ramifica en el territorio, en los espacios educativos, en el trabajo.  Estos son nuevos lugares desde donde se hace política, en los alrededores del Estado; la democracia hoy volvió a la calle. En el nuevo ciclo ya no se esperan las soluciones, se toman por la fuerza, no se elevan demandas a la institucionalidad, sino se levantan alternativas autogestionarias, no se busca que los gobernantes actúen de mejor manera, se persigue el autogobierno. En definitiva, este desacato está permitiendo que una sociedad completa reflexione sobre sí misma.

Henry Renna G.
Movimiento de Pobladores en Lucha (MPL)

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